Me hiciste dudar de todo lo que había creado en mi mente alguna vez.
Me hiciste caminar por lugares que no me atrevería a ir.
Lograste que sufriera por mi propia culpa.
Lograste que me riera del arlequín y el bailarín a mandíbula suelta.
Entonces, ahora que las dudas de las dudas ya no existen.
¿Qué le queda para seguir atormentándome?
Le quedas tú.