Cerró sus ojos con calma y pensaba en que el quinto le traería más motivos para sonreír lastimosamente y bajar sus ojos casi muertos.
Había dejado al Arlequín en el mundo que le pertenecía: Sus sueños.
Los tres lamentables animales habían seguido su curso: El sapo le odiaba, el cuervo voló hace un tiempo y el cerdo seguía caminando por ahí.
Ideó formas de comunicarse con los muertos de otrora.
Se dejó tentar y temió por toda su construcción.
Descansó.
Fue infeliz y feliz.
Sí, había sido un año interesante, de eso no había duda. Y, aún, sentado a la sombra del cuarto agonizando esperaba alguien que le diera motivos para escribir más.