Llegamos ebrios y nos quitamos toda la ropa. Nos abrazamos. Hablábamos tonterías que ninguno pudo recordar los días siguientes. Se durmió y yo también.
Desperté y él me abrazaba, tenía su brazo bajo mi cuello, su mano tomaba la mía. De alguna manera, sintió que desperté, se acerca más y susurra a mi nuca: -"Te quiero."- Apreté su mano.
-"Me importas caleta."-
A los dos días contó que al despertar seguía ebrio. Aún así, de alguna manera, me caló en el corazón
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