Sé que durante tu vida no fuiste la persona que todos
desearon que fueras, pero te mantuviste fiel a quién tú deseaste ser hasta el
momento en que te cansaste y te fuiste. Nunca dejaste que el resto te quite la
capacidad de maravillarte por un naranjo amanecer en la costanera, cuando
podías ir a las 6 de la mañana, esperando junto a la alta marea que sólo salga el
sol y eso es algo que, ahora que lo pienso, saqué de ti: Hace poco, acá llovía
fuerte, así que decidimos salir con un paraguas… creo que reí como tú sólo por
el hecho de que las gotas no me tocaban, rebotaban en el paraguas y eso me hizo
olvidar casi todo por un momento. Fue un rato mágico, te lo aseguro.
Recuerdo que también en tus últimos días, la última vez que
te fui a visitar, siempre sonreíste al escuchar mi voz, sé que no veías pero al
saludar, buscaste mis ojos con los tuyos, sé que estás muerto y cuando la gente
muere, siempre se trata de idealizar un poco y no sé si antes me llamó la
atención, pero ahora que lo pienso, fue una gran muestra de honestidad por tu
parte. Sabías quién eras, en lo que estabas y aún así, nunca dejaste de ser tú.
Cuando era pequeño, siempre ponías tu tocadiscos fuerte.
Hacías llorar a la guagua y perdón por no haber puesto atención en lo único que
me pediste en tu vida: buscar una aguja para él. Me lo encargaste varias veces
y siempre estuve ocupado como para hacerlo, donde sea que estuviera. Aún así,
siempre seguías preguntando como si no lo hubieras hecho antes, como si no me
lo hubieras pedido… hasta que te cansaste y dejaste de preguntarme y entonces
te apagaste, para siempre.
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