26/2/09

Del sapócrita, el garro y el pulvo ridiculizados.

Siguiendo su camino, el joven llegó a la fiesta decandente. La fiesta a la cual estaba autorizado, aunque el no quisiera invitación. Tomó asiento en su lugar designado y desganado, se unió a las actividades.

-¡Beban! ¡Beban! - Dijo el sapócrita alzando su lengua afilada -¡Celebremos la unión de nuestras almas!-
-¡A nuestra unión!- Gritaron los presentes a coro, sonriendo sinceramente. Los inicios siempre parten bien

Y la celebración transcurrió tal como el joven había pensado, tal como había sucedido antes y tal como el joven podría asegurar que sucederán.
Pretendió disfrutar el sabor de la sangre especialmente designada para él. Les acompañó en sus rituales.

A medida que la jornada avanzaba, el pulvo lanzaba sus ventosas venenosas contra el sapócrita que se victimizaba cada vez que alguno de los presentes le daba la oportunidad de hablar, por lo que simplemente, nadie lo dejó quejarse... como siempre lo hacía.

-¡Beban! ¡Beba!- el sapócrita lloraba sus penas y sobre todo, lloraba por los cuchillos clavados por el pulvo, el garro hablaba de más, tratando de curar el veneno.

-Todo sucede como debería ser. Se matan entre éllos- El joven sólo miraba.

Pero algo había cambiado... el joven era inmune al veneno del pulvo, cuyas alas como murciélago se abrían cada vez que hablaba, trataba de romper el hilo que mantenía el ritual, que ya iba quemado a la mitad.
El garro, dibujó su propia muerte y el joven lo admiró.

El cuerpo del sapócrita era una cáscara vacia, su alma estaba rota, corrupta.

El joven había destrozado dos de las alas del pulvo, sólo porque se atrevió señalarlo con el dedo.

El ocaso de la jornada estaba llegando y la ciega perra daba vueltas, bebiendo de la sangre que caia de la mesa. El humo del incienso se impregnaba en las ropas, provocando asco en el joven.
Los animales sacrificados yacían en la mesa.

Y el pulvo hablaba de sus derrotas, con voz quejumbrosa... éso ahora era la víctima y hablaba un idioma que sólo éso creía entender... quizás era verdad, ya a nadie le interesaba
Alzaba su espíritu hasta la inflamación y decía que muchos, muchos querían ver esa luz, tan especial, tan blanca y negra.
Garro movía la cabeza, encendiendo su espíritu de gris y verde.
Sapócrita había sido sacrificado, inmolado según él. Una burla para los presentes.

pulvo miraba encendido al joven, desafiándolo constantemente.

-No tengo nada que probarte.- Pensó mientras esperaba que todo terminara. Hasta el siguiente sacrificio.

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