-Me tengo que ir- Dijo mientras corría al salir.
-¡Haz algo, maraco!- Gritó mientras subía al auto.
-Maneja, no mah, maraco!- Reí al entrar.
Me senté y pensé que sabía que no podía confiarle todo, que iba a darse cuenta que no era necesario despedirme, porque se iría por su cuenta [o a costas de otro], por culpa de sus propios errores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario