7/11/09

Día de pago

Todo estaba bien, él tenía la certeza que nada podría interrumpir lo que sucedía. Que la cadena de hechos era eso: una cadena sin débiles eslabones. Todo lo que pasaría en lo ahora relatado, simplemente tenía que ser. De eso no hay dudas.

Ahora, es algo confuso, y además algo borroso. Lamento reconocerlo.

Sin más preámbulos, comenzaré:

Estaba en el segundo piso de mi casa, precisamente cerca de la escalera, cuando llegó él.
Pablo tenía un problema, lo noté en su cara cuando comenzó a contarme sus inquietudes. Tenía miedo que alguien quisiera hacerle daño y con justificada razón, pues Héctor y Giovanni miraban desde mi pieza.

Se dedicó a justificarles sus equivocaciones, de alguna manera sentí lástima por él, mal que mal, no toda la culpa era suya.
Entonces Héctor abrió la boca: -"No hay explicación que valga."- Sentenció. Un súbito temblor recorrió mi cuerpo. -"Vas a tener que pagar."

Las lágrimas invadieron mis ojos al entender el mensaje: Ya no vería más a mi admirado Pablo. Todo quedaría reducido a lo que decidan hacerle.
Héctor me mira con una forzada sonrisa. -"Lo lamento, Iván, pero está sucediendo en tu casa y no puedo correr el riesgo de que digas algo".-
Otro temblor mientras miro a Giovanni, quien sonríe melancólicamente.

-Me voy, tengo otros asuntos que completar- Héctor baja la escalera con sus pesados pasos mientras Pablo está inexpresivo, nada de lo que dijo parece perturbarlo.

Giovanni acerca lentamente su boca a mi oreja, mientras susurra -"Sal de aquí".- Hay algo sensual en él, algo inexplicable. Quizás su silenciosa manera de estar ahí, tan presente que nadie podía pasarlo por alto, pero tan ausente que nadie podría hablarle.
Atolondrado, salgo de la casa.
Llorando por las calles. De verdad no sabía que iba a pasar, de verdad no podía hacer nada.
Vagué no sé cuánto tiempo, temiendo que alguien llegara, quizás para ser corrompido con todo lo que sucedía en esa casa.

No sé por qué no intenté escapar, quizás buscaba que Giovanni me hiciera algo, que haga desaparecer con un certero corte todo.
Miraba tembloroso las calles durante la tarde, con esos colores apagados característicos  y repetitivos, lloviznaba como es común acá. Los autos pasaban haciendo su característico sonido monótono.

Nada bueno que hacer en la calle, por lo que decidí volver a mi casa.
Subo nervioso las escaleras, no había algo extraño. Se veía todo intacto... pero el ambiente era distinto: Sabía que Giovanni estaba y Pablo no. Podía sentirlo y  ya no a Pablo y lo lamenté.
Entro al baño, para refrescar mi afiebrada frente, y miro al estante del espejo. La cabeza de pablo estaba ahí.
Entré en un estado de indiferencia absoluta tomé su cabeza. La miré. Ya no sangraba.
Juro que sentí algo similar a la pena.

Quizás intenté besar su cabeza, quizás lo pensé. Quería despedirme de él.
De repente siento un gélido abrazo: Giovanni estaba detrás.

-Incluso te preocupaste de limpiar todo.- Dije sin atreverme a mirarlo.
-No quiero causarte más problemas.- Respondió de manera natural, mientras me giraba. Sus ojos café no lograban expresar algo. -Siempre eres bienvenido de vuelta.- Añadió mientras acercaba su boca.

Tomé su cuerpo desnudo y lo besé.
Ya no había caso de luchar contra él.
Era mucho más fuerte y tentador.
Simplemente me dejé.
Y con eso el fénix murió para no volver a renacer.

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